martes, 12 de noviembre de 2013

Orense (Vitoria)

Restaurante Orense o cómo llenar a tus clientes hasta morir sin haber puesto en el plato nada que mereciera la pena.
Y el caso es que la cosa prometía. Buenas referencias en internet y el restaurante lleno hasta la bandera. Y ahí quedó todo.
Entrantes para compartir. Comenzamos por el paté, bastante aceptable, regado con una salsita dulce.
Seguimos con un platito de jamón, excesivamente tierno y salado.
Ensaladita mixta. Pues eso, la ensalada de toda la vida.
Croquetas seguramente caseras, pero no de las de la abuela cremosas y con sabor. Nada memorables.
Calamares tiernos, con extra de grasa.
Dos buenos trozos de empanada gallega casera, con otro tanto de extra de grasa.
Ya bastante llenos tocan los segundos.
Dicen que la comida entra por los ojos. No fue este el caso. Patatas fritas mal acompañando a cuatro trozos de carne sin sabor. O patatas cocidas con su pimentón y sus buenos cuatro o cinco chorros de aceite.
Ya a punto de reventar llegamos a los postres. Nada especial. Tiramisú y arroz con leche. Sin más. Hay ocasiones en las que al meter la primera cucharada de postre en la boca, una sonrisa ilumina tu cara y sabes que ha merecido la pena dejar un hueco, o dos, o tres, para llegar al postre. No es el caso. Ni sonrisa, ni ganas de acabarlo.
Quizá el error estuvo en escoger el menú de fin de semana, quizá esas patatas con veteasaberqué de la mesa de al lado hubiesen estado espectacularmente buenas. Quizá no.









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